Cádiz por siempre, será la novia del mar.
Azoteas de pretiles encordonados para el servicio de sus
vecinos, son la panorámica más visible desde la caja oscura de la torre Tavira.
Miradores flanqueantes por sus calles escondidos donde el sol les otorga
policromía en sus paredes. Balaustradas al mar por paseos y alamedas y naranjos
que le dan aroma a sus barrios. Esquinas de cañones y troneras oteando al
horizonte.

Trimilenaria de Fenicios, romanos y cristianos.
De
comerciantes genoveses, flamencos e italianos y de barrios con historia. De
sarcófagos en sueños y de un Hércules defensor de sus murallas.
Cádiz, la que nunca pudo ser de Napoleón y la que siempre ha
sido de quienes la aman. De quienes la buscan en sus coplas, en sus horquillas
o en sus playas.
Porque vivir entre estas murallas es la sensación mas bella de sentirse vivo.
Todo es único aquí.