Sé que no ha llovido mucho aun, y que esta reciente en la
memoria de los aficionados, pero hoy, se me ha venido a la mente el pregón de
Julio Pardo. Un pregón que tuve la suerte de participar junto a mis compañeros,
unos que siguen, y alguno que otro que ya no nos acompañan en nuestra participación.
Cada vez que lo escucho, recuerdo las
vivencias que pase esa noche de 5 de marzo.
En primer lugar, aparte del sabor amargo de no haber pisado
la final, fue estar con fiebre subido a ese escenario y dándolo absolutamente todo.
La sensación de estar en un evento único
en la vida deja atrás todos los males, y aunque por la tarde, casi no podía mantenerme
en pie, la noche fue completamente distinta, disfrutando de cada copla que salía
de la plaza de San Antonio. Sin embargo, lo que más me marcó, en esto de los coros,
fue la cantidad de muestras de cariño y afecto que mereció ese día, con la compañía
de todos los coros rivales. Comprendí que los coristas, más que rivales, son compañeros,
y que aunque sobre las tablas del falla intentemos ganar a cañonazos, en la calle,
como en la vida cotidiana somos más que eso. Conocí a grandes amistades, y por supuesto,
aprendí que no todo es un premio, sino disfrutar de lo que haces por encima de todo,
sin desmerecer el trabajo de los demás, y una vez que acaba el concurso, el
resto pertenece al pasado. Pero las
amistades que ganamos gracias al carnaval, deben de perdurar para siempre.
Sin embargo, la unidad que conseguimos, tanto coristas como carnavaleros,
hace que movamos montañas. Cuando un compañero se va para siempre, el luto nos
aborda a todos por igual, y pertenece en nuestra memoria con respeto y cariño,
recordando sus momentos más preciados con otros. Cuando un carnavalero se
encuentra con otro carnavalero, saltan miles de historias y de vivencias, que
hace que el tiempo pase y aun, sigues parado en esa esquina. Si la voz de un carnavalero
se une con la de otro por casualidad… el arte emana de sus gargantas, y no hay
concurso que aparece tal momento.
Pero es en los momentos difíciles, cuando los carnavaleros,
y en este caso, los coristas, logran la mayor unión jamás descrita. La situación
de que unos coristas estén pasando por un mal momento detona en una compenetración
entre la familia del coro, estando por encima de cualquier letra, cuplé y repertorio.
En estos días, esta familia, está
pendiente del coro de los niños y de dos de sus componentes, en lo que las
muestras de cariño no faltan para ellos, demostrando así que, los conozcamos o
no los conozcamos, queremos saber de ellos, y de su pronta recuperación.
Así es esta familia, la que no respirará tranquila hasta que
no os veamos de nuevo en las tablas del falla compitiendo con vuestro coro, el
que está ahí pase lo que pase.
Mucha fuerza, y animo familia.