viernes, 22 de noviembre de 2013

La ingrata sensación de equivocarse es la necesidad del ser humano de sentirse útil . Cuando somos pequeños , el caernos nos hace más fuerte , y nos reconfortan los brazos de una madre . Pero al ser adultos , tomar decisiones precipitadas e inequívocas pueden que no tengan un “ ya paso , ya paso “ , sino que es el comienzo de una sensación de vacío de poder del subconsciente en el que no nos sentimos a gusto en nuestro círculo social , hasta el punto de lograr la exclusión .
Sin embargo, darle mil vueltas a una equivocación es sinónimo de importancia, de arrepentimiento y por consiguiente, de perdón. Y quien lo concede, o mejor dicho, quien tiene la potestad de concederlo, le hace la persona más divina de la faz de la tierra .
Los pequeños indultos de la vida se ejecutan gracias a la compresión que hubo sobre un error en un momento determinado y por consiguiente, invito a todo aquel que tenga algún error a no temer al perdón. A no avergonzarte de pensar que quien dijo que llorar no es de hombre.

Y yo , tomando mi ejemplo , no voy a ser menos , ya que desde mi postura de persona , y quien tiene boca se equivoca , pido disculpas por cualquier molestia ocasionada en cualquier momento de este trayecto , al que de alguna manera todos vamos juntos , llamada vida.