sábado, 19 de julio de 2014

El canon de la vida.

Nuestra vida; esa gran melodía que suena desde el momento que nacemos hasta que da sus últimos acordes a la hora de morir. Solo nosotros somos dueños de nuestra vida, de nuestros actos y de la responsabilidad que acarrea y, es por ello que a esta gran melodía le vamos añadiendo instrumentos como si de un canon se tratase.
Tenemos la batuta para añadir más viento o menos percusión a nuestra sinfonía para así lograr la melodía que nos merecemos. Existen buenos directores que con una orquesta de cámara, escueta y sencilla, logran encaminar su vida sin problemas y otros, que con una autoestima más bien bajita, necesita una legión de músicos defendiendo sus toques. Pero al fin y al cabo nuestros movimientos según el tempo que le demos, será más lento o más alegro.
Debemos cerrar los ojos y eliminar de nuestra vida aquellas cacofonías que hacen que la pieza no suene bien, entre a descompás o no este en sintonía con lo que necesitamos. Somos dueños de nuestros actos y de nuestras decisiones y si algo es corregible, solo debemos dirigir nuestros compases para encaminar la melodía y si hace falta, añadir más instrumentos a la orquesta, pues el escenario es infinitito. A veces, habrá que pedir perdón a algún maestro para que vuelva a tocar en el grupo, ya que por suerte, ninguna cuerda tiene límite de integrantes.

Dirige tu vida sabiendo equivocarte, aceptando tu error y posteriormente, subsanarlo de la mejor manera posible.